También la poesía es el alcantarillado del espíritu, donde se filtran las aguas fecales para que no inunden y apesten las íntimas villas.
Son las cinco de la mañana. Estoy sentado en la mugrienta cantina de un aeropuerto del oeste de la India malbebiendo café, leyendo al poeta rumano Lucian Blaga y esperando a May Han. A causa del proceso electoral en Myanmar, la antigua Birmania, y la liberación de la Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, May Han no ha podido salir antes de su país para asistir al curso de trabajo humanitario en zonas de conflicto. Llega tarde, pero llega. Aparece menuda, cansada y feliz. Fue una de las miles de personas que se trenzaron frente a la casa de la líder birmana para escuchar sus primeras palabras tras más de siete años de encierro. Me cuenta cada palmo de aquel día con los ojos desabejados: ‘Gritábamos, llorábamos de alborozo. Está joven, dispuesta a seguir luchando. Nos invitó a confiar, a creer que es posible’.
En el mes de abril laboré con una docena de organizaciones locales en Yangon, al sur de Myanmar, reviendo y proponiendo programas de asistencia a poblaciones desplazadas por causa de un desastre natural o un conflicto. Encontré a gente capaz, alegre y profundamente dolorida. Décadas de gobierno militar han abortado regiones hundidas en la miseria, cárceles llenas de personas recluidas sin razón o justicia, vidas y más vidas torturadas, aplastadas por haber alzado la voz reclamando democracia. En pocos lugares el envés de las sonrisas es tan sombrío.
May Han reconoce en los anchurosos ríos que atravesamos y en los bosques colosales de las riberas la naturaleza de su tierra. Es la primera vez que sale de Myanmar. Nos sentamos a conversar: ella aprieta las manos contra una taza de té sin asa, yo soplo sobre la superficie de mi café. Le pregunto si cree que Aung San Suu Kyi podrá lograr que el régimen emprenda un verdadero cambio político. ‘No. Ella nos ayuda a no desfallecer: si ha podido resistir durante años enjaulada lejos de su familia, nosotros también somos capaces. Es un símbolo. Pero únicamente China podría, si quisiera, provocar un cambio en la Junta. Y a China no le interesa que los birmanos seamos libres de elegir a nuestros gobernantes’.
A lo largo de las últimas semanas los gobiernos occidentales han denunciado, justamente, la brutalidad de la Junta birmana: ha sido acusada de organizar unas elecciones amañadas, diseñadas para excluir del poder a la oposición, de mantener entre rejas a más de dos mil presos políticos, y de someter a arresto domiciliario, hasta hace nada, a una Premio Nobel de la Paz. En ese mismo tiempo los gobiernos occidentales han guardado un respetuoso y conveniente silencio acerca de la dictadura china. El Partido Comunista Chino no precisa amañar comicios porque al pueblo no le está permitido participar en la elección de sus dirigentes. Nadie conoce el número de prisioneros políticos que hay en China, principalmente porque Beijing juzga a aquellos que tienen ideas diferentes a las suyas según el código penal: se les considera criminales comunes. Las organizaciones de derechos humanos chinas e internacionales estiman que la cifra es, en todo caso, superior a los cuatro mil. Cuatro mil mujeres y hombres. Tras la puesta en libertad de Aung San Suu Kyi, el 13 de noviembre, China es el único país del mundo con un Premio Nobel de la Paz en prisión: el escritor, Liu Xiaobo.
Barack Obama, en su gira por la India y el sudeste asiático de mediados de noviembre no mencionó el nombre de Liu Xiaobo; Nicolas Sarkozy, unos días antes, no se había atrevido a proferir el nombre de Liu Xiaobo durante la visita del Presidente chino, Hu Jintao, a París; y David Cameron, una semana más tarde, a lo largo de su estancia en China, tampoco pronunciaría en público el nombre de Liu Xiaobo. Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña: los padres de la democracia representativa y los derechos humanos. Claro, es un tema peliagudo y hay otros factores que considerar. En la actualidad China posee un billón de dólares en bonos del tesoro y deuda estadounidense: es el mayor acreedor de los Estados Unidos, y no quieres desagradar a tus acreedores. El paso de Hu Juntao por Francia dejó a las empresas Airbus, Areva, Total y Alcatel-Lucent, 20 millardos de dólares en contratos con corporaciones chinas, un botín indispensable para acallar el descontento de los trabajadores franceses, que sí votan. David Cameron viajó a China acompañado por cuarenta y tres altos directivos de empresas británicas que firmaron acuerdos de venta con colegas chinos: Rolls Royce, el primer día, obtuvo un contrato de suministro de motores por valor de mil doscientos millones de dólares. Cameron, de manera sensata, vinculó el reflotamiento de la economía británica al incremento de los acuerdos comerciales con China. También, valerosamente según los medios de comunicación europeos, afirmó que la democracia y la libertad de expresión favorecen la estabilidad social, para enseguida desleírse aclarando que él no estaba allí para dar lecciones a nadie. Tristes seres los mandatarios nuestros: meretrices de principios, prestigiosos viajantes.
En 1989 las manifestaciones multitudinarias en favor de la libertad del pueblo chino en la Plaza de Tiananmen fueron aniquiladas a sangre y fuego por la policía y el ejército del Partido Comunista: las democracias occidentales apenas bisbisearon su descontento y se negaron a imponer sanciones a la dictadura china. Diez meses antes de la matanza de Tiananmen, la Junta birmana respondió con golpes y disparos a las manifestaciones que exigían elecciones libres en las calles de Yangon: las democracias occidentales iniciaron una escalada de sanciones contra Myanmar que aún perdura. Un criminal gigante es un gigante; un criminal pigmeo es un criminal.
May Han conoce bien su país, trabaja implementando proyectos de asistencia a comunidades míseras en áreas de difícil acceso. ‘Lo último que quiere China es que podamos elegir en paz y conciencia a quienes nos gobiernen, a quienes nos defiendan de su rapacidad. Myanmar no es más que una sumisa y empobrecida colonia de nuestro todopoderoso vecino’. Una de las mayores empresas chinas, la China Power Investment Coorporation, está construyendo una serie de presas en la zona de Kachin, sobre el río Yrrawaddy: la Junta birmana ha ‘limpiado’ de poblaciones los inmensos territorios que quedarán anegados. Una parte importante de la energía que se genere pasará a las ciudades del sur de China. Los estudios medioambientales independientes han sido prohibidos. China posee Myanmar: en septiembre de 2008 la organización EarthRights International, identificó a sesenta y nueve multinacionales chinas al frente de al menos noventa proyectos de gas natural, petróleo, minería y recursos hidroeléctricos. A cambio el gobierno militar recibe de China apoyo político, ayuda financiera y armas.
La pretendida dureza del discurso de Occidente para con los generales que rigen Myanmar es, después de todo, fachada. En julio de este año, EarthRights International publicó un informe demoledor llamado, Inseguridad Energética: Cómo Total, Chevron y PTTEP contribuyen a las violaciones de los derechos humanos, a la opacidad financiera y a la proliferación nuclear en Birmania. El estudio describe en detalle cómo las petroleras Total, francesa, Chevron, estadounidense, y PTTEP, tailandesa, han generado nueve millones de dólares desde 1998 en Myanmar, haciendo del proyecto de gas natural de Yandana la mayor fuente de ingresos para la dictadura. El informe también denuncia que las compañías han tratado de esconder sus pagos a la Junta militar. Con ese dinero, cerca de cinco millones de dólares, la Junta ha llevado a cabo compras ilegales de armamento procedentes, entre otros sitios, de Corea del Norte. Estados Unidos no ha tomado ninguna medida a raíz del informe.
La conversación con May Han se desliza entre la risa y el desaliento. Me pregunta qué libro llevo conmigo. Le muestro la portada del poemario de Lucian Blaga, aquel poeta y diplomático rumano represaliado tras la subida al poder del Partido Comunista, que dejó escritos versos de un antirrealismo feroz, extrañamente frágiles y claros, ocurridos contra el paso uniformado de una lógica mediocre y prosaica. Con poco más de veinte años publicó su primera obra, Los poemas de la luz; allí se hallaba este texto deslumbrante,
YO NO APLASTO LA COROLA DE LOS MILAGROS DEL MUNDO
Yo no aplasto la corola de los milagros del mundo
y no destruyo con mi pensamiento
los misterios que en mi camino encuentro
en flores, en ojos, sobre labios o tumbas.
Otros con su inteligencia
ahogan el encanto de lo impenetrable, de lo escondido
en los abismos oscuros,
mas yo con mi luz acreciento los misterios del mundo;
y así como la luna con sus rayos brillantes
no disminuye, sino temblorosa
extiende aún más el secreto de la noche,
así yo enriquezco el sombrío horizonte
con amplios estremecimientos de sagrado misterio;
y todo lo que es incomprensible
se torna aún más incomprensible
bajo mis ojos
pues así yo amo
flores y ojos y labios y tumbas.
Si para que los trabajadores ingleses, franceses o españoles consigan empleo en sus fábricas, los campesinos de Myanmar han de padecer la miseria y los intelectuales chinos tienen que pudrirse en la cárcel, si éste es el único modo, habrá que derrocar al hoy y reescribirlo. Si el derecho a hablar libremente, a pensar sin amenaza, es un daño colateral de la economía global de mercado, la prosperidad es un crimen. Sé lo que digo: conozco las cifras de hombres y mujeres chinos que han salido de la pobreza en las últimas tres décadas, y pese a todo temo que algún día pagaremos por la inhumanidad de la poderosa dictadura y nuestra cobardía. Hacer que cientos de millones de personas se vean obligadas a elegir entre el pan y la libertad es la siniestra rendición de lo humano. Harán falta convoyes de poesía para alimentar al tiempo nuevo porque durará la invernada.
Como tantas otras cosas, son dramas borrosos, que suceden lejos, y en casa tenemos bastante con nuestros problemas. Ya lo escribió Juan Carlos Onetti más antes: ‘Si lo pensamos, estamos bien jodidos; pero no es obligatorio pensarnos’.