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BrújulaZerocalcare vuelve al periodismo gráfico: la autoironía como arma de resistencia

Zerocalcare vuelve al periodismo gráfico: la autoironía como arma de resistencia

Después del inesperado éxito de Kobane Calling, el historietista italiano Zerocalcare (Arezzo, 1983. Nombre artístico de Michele Rech) vuelve a la escena del cómic con otro reportaje gráfico: No Sleep Till Shengal. Y si en los viajes anteriores el autor se había desplazado en la franja de Rojava hasta la ciudad de Kobane (norte de Siria), con el fin de relatar la resistencia curda contra el Estado Islámico (ISIS). Esta vez Zerocalcare vuelve en el corazón del Kurdistán Oriental, a Shengal (nombre curdo de Sinyar), escena de la masacre de los yazidíes por parte del ISIS.

Se preguntará el lector las razones de las recurrentes visitas en lugares tan poco tentadores. Pues lejos de ser solamente el testimonio de las matanzas, hay en ambas obras un interés sincero por el sistema que tanto los combatientes curdos como los yazidíes han desarrollado: la Confederación Democrática. Una forma de Estado, no reconocido por los organismos internacionales, que pone en práctica la igualdad entre mujeres y hombres, la educación obligatoria en territorios arrastrados por la guerra y la convivencia pacífica de cualquier tipo de etnia y religión. Una utopía, al parecer. Y sin embargo existe, nos asegura Zerocalcare. La cuestión más espinosa es ahora si este modelo de Estado podrá sobrevivir a las presiones políticas y militares de Siria, Turquía, Irán e Irak.

 

—¿Por qué un ilustrador de cómic decide hacer unos reportajes gráficos comprometidos?

—Pues antes de ser un historietista soy una persona crecida en los centros sociales y en el mundo del activismo. El primer viaje de 2014 en realidad no tenía nada que ver con el cómic, nació en el seno de una asamblea donde se intentaba comprender un poquito más lo que estaba pasando en Kobane durante el asedio del ISIS. Junto a algunos amigos decidimos ir allá para llevar medicamentos y aprender algo de lo que los curdos y las curdas estaban haciendo en ese momento. Cuando estaba allí hice el cómic por razones contingentes, tenía miedo de que me detuviesen las autoridades. Quería que alguien nos diera un pedazo de carta que justificara nuestra presencia allí, por si la Turquía nos detenía. Así que hablé con Internazionale [revista italiana de política internacional] para que me diera el documento a cambio de un cómic a la vuelta. Luego ese cómic ha ido muy bien, en el sentido de que se habló mucho de esa cuestión. Y entendí haber encontrado la llave para contribuir a la causa, algo que tuviera que ver conmigo dado que no soy enfermero, ni médico, ni ingeniero o combatiente. Me di cuenta de que lo que más podía ofrecer cuando iba allí era hacer cómics.

 

—¿Los combatientes kurdos lo leyeron?

—A ver, la comunidad kurda en Roma siempre revisa los cómics antes de ir a imprenta, me dicen si eso está bien, lo que sí se puede contar y lo que podría ser militarmente problemático relatar. A lo largo de los años algo ha sido traducido al kurdo y muchas páginas circularon por allí. Evidentemente no todo el mundo ha leído todo, pero las personas más conscientes e implicadas en la cuestión saben… Por ejemplo, cuando hicimos un gran concierto por la causa kurda donde yo dibujaba en el escenario ha sido retransmitido por la televisión kurda. En general en Kurdistán hay una fuerte atención hacia la solidaridad que viene del extranjero.

 

—¿Cuáles han sido los momentos en los que tuvo más miedo?

—Los viajes de hace unos años estaban relacionados con el ISIS. Cuando nos decían que esa zona era una zona de pasaje de yihadistas, por ejemplo, cuando teníamos que coger un taxi o un bus conscientes de que había habido occidentales vendidos al ISIS por algún taxista… Esas historias me preocupaban mucho. Aquí estaba tranquilo porque el poder del ISIS ha disminuido mucho más que hace unos años, sin embargo he tenido mucho más miedo de las autoridades o de las pseudo-autoridades. De hecho, hubo un momento en el que fuimos secuestrados por una milicia chiita, nos quitaron los móviles, los pasaportes y nos tenían con las ametralladoras apuntándonos a la cara.

 

—¿Entonces el ISIS no le preocupaba no obstante en esas zonas aún quedan grupos minoritarios?

—Sí, hay células durmientes. A veces nos desaconsejaban recorrer una determinada ruta porque bordeaba las montañas donde todavía había una fuerte presencia del ISIS, pero en general aquí sentía mucho más el peso de las autoridades.

 

—¿Iraquíes?

—Sí. Aunque en realidad Irak tiene una autoridad limitada, ahora hay zonas de influencia iraní y se ha vuelto muy complicado entender a quien hace referencia ese u otro oficial.

 

—¿Las autoridades iraníes están bajo el control de Turquía?

—Hay milicias que hacen referencia a Turquía, otras a Irán. Luego hay las fuerzas regulares del Estado iraquí, soldados peshmergas de la región autónoma de Kurdistán iraquí… En fin, hay un número considerable de fuerzas diferentes.

 

—¿La guerra en Ucrania ha contribuido a mover el foco de la atención de esa parte de mundo o incluso antes se hablaba menos?

—Antes también se hablaba poco, ya no era un argumento de interés. En realidad, banalmente, cuando el ISIS ha dejado de ser un argumento de actualidad en Occidente porque ya no había las emergencias, los atentados, etcétera, se ha convertido en algo mucho menos interesante. Sin duda, en la guerra de Ucrania la Turquía es un factor decisivo respecto a la entrada en la NATO de Suecia y Finlandia. Así que en este momento todo lo que hace quedar mal a Turquía es algo que a nosotros, como occidentales, no nos conviene contar.

 

—¿Cree usted en la Confederación Democrática, o es un sueño destinado a convertirse con el tiempo en otra utopía fallida?

—No, creo en ello. No es una declaración de intenciones que te pide creer en algo que podría llegar tarde o temprano. Es algo que existe. En el norte de Siria o en Shengal las personas viven literalmente en ese sistema, las vidas de la gente han cambiado radicalmente en estos años. En lugares donde las mujeres no podían salir de casa solas ahora hay una participación femenina en todos los organismos de la sociedad: sociales, económicos, militares, culturales y políticos. Ya es algo concreto, los chavales nacidos en los últimos diez años han podido aprender qué es la libertad, la han conocido y tocado con mano. Aquello en lo que no podría poner las manos en el fuego es si eso logrará sobrevivir a las presiones militares y políticas que está recibiendo de los alrededores, si al final podrá afirmarse y ser reconocido por los otros gobiernos. Esta es un poco la apuesta en la que se debería invertir.

 

—¿Cuál es el color que le ha quedado más grabado de este último viaje?

— [La mirada se ilumina y se pierde en los recuerdos] El amarillo y el gris. Esos descensos rocosos, el desierto, las montañas, rocas hasta donde alcanza la vista que casi se funden con el cielo… Sí, la mirada se detiene ahí.

 

—¿Y el olor?

—El cordero [admite riéndose]. La gente allí es muy hospitalaria, la llegada de un huésped significa cocinar el cordero, donde íbamos sacrificaban a la cabra.

 

—¿Se mudaría a ‘Shengal’? [En una entrevista a un periódico italiano se afirmó que Zerocalcare se mudaría a Kobane malinterpretándose las palabras del historietista].

—[Una sonrisa cansada diseña unas arrugas al lado de la boca]. Mira, te diré que, en este ultimísimo período, más de una vez he pensado que si hubiera la banda ancha tampoco estaría mal irme seis meses a Shengal, lejos de todas las gilipolleces, no me importaría. Pero creo que la gente de Shengal, que ahora mismo está siendo atacada por los bombardeos de los drones turcos, me diría: “Mira, quizás deberías quedarte donde estás”.

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