Recientemente encontré en las estanterías de la Parafarmacia de unos grandes almacenes un repelente antimosquitos que anunciaba como reclamo que evita la transmisión del virus Zika. Este último ha empezado a ser un término habitual en las noticias de salud de los últimos meses, pero muchas veces sustituyendo el rigor por el alarmismo y el sensacionalismo.
Tanto la marca de repelentes que mencionaba al principio como muchos medios de comunicación a la hora de abordar las informaciones sobre el Zika utilizan el miedo de la población a la llegada de enfermedades nuevas o hasta ahora desconocidas. En España y en el resto de Europa los casos que han surgido son todos importados, de personas que se infectaron en otros países, pero la enfermedad ya ha llegado a 38 países, fundamentalmente en Sudamérica. Se trata de una patología en principio leve, pero cada vez hay más evidencias de que si el mosquito Aedes aegypti infecta a embarazadas y éstas transmiten la enfermedad al feto los bebés pueden sufrir secuelas graves como microcefalia.
Otro de los posibles riesgos en este caso en adultos es el síndrome de Guillain-Barré, una grave enfermedad neurológica que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) podría afectar al uno por ciento de los infectados por el virus Zika.
Por lo tanto, el virus Zika es un asunto grave y precisamente por ello seguirá acaparando titulares, pero al mismo tiempo es todavía más necesario que el periodista refleje en su pieza o en su artículo con datos rigurosos las características de la enfermedad, su verdadero alcance y recurra para ello a expertos y entidades de prestigio como la Organización Mundial de la Salud o los Ministerios de Sanidad de los distintos estados.